“ A NUESTRO PADRE JESÚS CAUTIVO”
Quién fuera la dorada soga de tan divinas manos,
quién pudiera cambiarse por esas ataduras
que aprietan tu ser…
para volverlas seda, y aliviar ese dolor,
que nosotros, tus propios hijos, te infligimos.
Oh, Padre… Mi Dios Cautivo
Cautivo de culpas ajenas
que cargaste sobre tus hombros…
Cautivo y Señor de las almas
que te contemplan…
que te piden y que te ruegan…
que te imploran ese perdón
que tus ojos ya derraman.
Hoy, me sentí pequeña bajo tu trono.
Sin embargo, fui grande
por tener el privilegio de tocar tu altar.
Hoy, me sentí malagueña al adorarte.
Y tuve que contener mis ansias
de gritarte… ¡Guapo!
Y tragué mis lágrimas y la impotencia
por no ser esa seda
que aflojara las cuerdas de tu presidio.
Porque te quiero libre… ¡Mi Dios!
Como Tú liberas a todo aquél
que te mira… que se turba, que se encoge
bajo tu bondad…
Quién fuera el aire que roza esa túnica blanca
arrullando tu caminar por la Alameda .
O los pétalos de esos claveles rojos
que alfombran y mullen tus divinos pasos.
Dime qué hago Cautivo para calmar tu calvario.
¡Porque te quiero libre, Padre!
Cautivo… dime qué hago.
Escrita por Gema Lutgarda Enrique López 15/04/2014